XXI  JORNADAS DE ARCHIVEROS DE LA PROVINCIA DE SANTA FE­

 

EL DERECHO A LA INFORMACIÓN DESDE LA ÓPTICA DE LA PRENSA­

Disertante: Dr. Gustavo Vittori (*)

 

Abstract:  el derecho a la información está planteado como el producto de la evolución de los sistemas sociales y como el         

                  resultado de la  conquista  de un derecho de la burguesía en la Rev. Francesa hasta  su inclusión en el Pacto de     

                  San José de Costa Rica como un derecho no sólo de “emitir opinión” sino también de “recibir información”.

                  En el plano práctico se traduce en la aparición de gran cantidad de información que se emite y recibe haciendo

                  referencia a que la más confiable es la que puede ser confrontada con la realidad.

 

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Quiero aclarar que no soy un teorizador del tema de la información ni un catedrático; tengo la experiencia práctica de cada día y eso es lo que espero que podamos compartir.­

En el tema de la información hay que abrir un enfoque básico que contemple los aspectos teórico y práctico.­

Desde el punto de vista teórico es interesante relacionar el tema de la información con el del cambio social y, como cuestión final, con el periodismo que es lo que hago yo.­

Más allá de retrocesos temporales, la historia muestra una ampliación progresiva del campo informativo. Se evoluciona desde épocas primitivas en la que la información estaba ceñida a los círculos áulicos, cerrada en el poder de los chamanes, de los sacerdotes, de augures y pitonisas; confinada al círculo de los filósofos y matemáticos, a la esfera de las cortes reales. Sin embargo, paulatinamente, a través de luchas y esfuerzos, se fue abriendo a espectros cada vez mayores hasta llegar, en nuestros días, a la sociedad de masas donde casi todos disponen de información. Luego veremos de qué información y qué calidad.­

En definitiva, para nosotros el tema de la información responde un poco a aquella inquietud del Cabildo de Mayo de 1810 conservada en la frase: ``el pueblo quiere saber de que se trata''. De eso se trata, de saber qué es lo que pasa. Y allí el periodismo juega una función importante.­

A grandes rasgos se puede decir que lo que estamos viviendo es el pasaje del derecho de información al derecho a la información como dos cuestiones distintas.­

El derecho de información nació del proceso de autoapropiación de la burguesía de los siglos XVII y XVIII y evolucionó en adelante. En ese tramo de la historia se manifiesta el juego de tensiones con el estamento nobiliario; aparece el famoso ``Tercer Estado'' que empieza a abrirse paso, a reclamar por lo suyo. Es un proceso que pone fin a la sumisión, a la subordinación; que materializa el pleno reclamo del ciudadano a ser una persona.­

La persona, el ciudadano que surgen de ese proceso tenían derecho a pensar y a expresar lo que pensaban. Este concepto cristalizó en los textos de la Independencia norteamericana y de la Revolución Francesa de 1789. No obstante, hay que decir que estos logros se constriñen al segmento de la burguesía y no se difunden más abajo. Así se produce la incorporación plena de la burguesía al Estado en términos de participación en las decisiones y en la construcción política a través del reconocimiento de los derechos electorales.­

En ese marco, este primer derecho _el de información_ está directamente vinculado con el referido proceso de autoapropiación burguesa en el largo camino hacia la integración de las sociedades. Obviamente, esto no se produjo por arte de magia; fue el resultado de una larga lucha con revoluciones sangrientas de por medio.

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El derecho a la opinión, el derecho a decir y a expresar lo que se pensaba fue de una importancia definitiva y revolucionaria. Se trata de la consagración de la libertad de las ideas, hecho que corrió como un reguero de pólvora por los canales abiertos en la sociedad para encender la mecha del reconocimiento de la burguesía.­

El derecho individual a expresar lo que se opinaba pasó así a tener incidencia en lo social -porque cuando uno dice lo que piensa y lo dice públicamente, pasa a incidir de alguna manera en la sociedad-. De modo que las dimensiones individual y social se combinaron produciendo un impacto en la dimensión política. Este derecho a decir lo que se piensa, plasmado en hojas editoriales, es el origen de la prensa escrita moderna nacida al calor de las grandes transformaciones de los siglos XVIII y XIX.­

Las libertades consagradas por estos procesos quedaron en buena medida explicitados por la Declaración de los Derechos del Hombre plasmada en las jornadas de la Revolución Francesa que, al igual que los precedentes norteamericanos, fueron tomados por todas las experiencias constitucionales de los nacientes países del siglo XIX. Y, ya en este siglo, fueron receptadas en la Carta de las Naciones Unidas y, posteriormente, en el Pacto de San José de Costa Rica, obviamente que con actualizaciones que expanden la gama de los derechos humanos.­

La popularización del derecho de información, lo convirtió poco a poco en derecho a la información, concepto que va más allá del derecho a emitir opinión. Es, bien entendido, el derecho que tiene cada ciudadano a recibir información dentro de un sistema democrático contemporáneo y genuino. En este encuadre interpretativo, el ciudadano no sólo tiene derecho a recibir educación sino también información, porque esa información es básica para determinar desde los movimientos del día a los movimientos de mediano y largo plazo; quién no sabe qué es lo que ocurre, no puede tomar opciones válidas. Es como una especie de ciego que anda por la vida a los barquinazos.­

Modernamente, el derecho a la información es concebido de manera similar al derecho a la educación. Si se tiene en cuenta que una buena base educativa es el presupuesto que permite a una persona protagonizar en serio su papel de ciudadano, es indudable que la información de cada día tiene un valor complementario. Claro que, en el plano práctico, las cosas cambian un poco de color: es que hoy en día hay disponible una enorme cantidad de información con formatos de todo tipo, pero hay una gran cantidad de información de mala calidad, de información ``basura'' que es necesario diferenciar.­

Es así que uno se puede pasar buena parte del día recibiendo una cantidad de información que no sirve para nada y entonces tiene que hacer la dificultosa tarea de digerir y metabolizar todo eso dejando de lado lo que no sirve. Paradójicamente, eso implica una enorme pérdida de tiempo en una época donde el tiempo, verdaderamente, vale oro.­

Volviendo al plano teórico, hemos pasado del derecho de información, como típica expresión de las Constituciones inspiradas por el pensamiento liberal burgués, al derecho a la información de la sociedad de masas, donde todos los ciudadanos

reclaman información porque es fundamental para definir su vida, acceder a los empleos, saber por dónde hay que ir y qué es lo que hay que hacer. Desde este punto de vista, no hay duda que este nuevo derecho puede parangonarse con el derecho a la educación.­

Durante mucho tiempo, el derecho a la información ha sido mal visto y hasta rechazado por las empresas periodísticas que tradicionalmente han hecho hincapié en la libertad de prensa. Esto lo digo como miembro de una empresa editora y debo reconocer que es un problema arduo que no está resuelto. Hay un gran debate interno y una posición, diría que mayoritaria, de resistencia, pero si uno quiere ser consecuente con lo que piensa y consecuente con los criterios de una democracia genuina entiendo que debe aceptar el derecho a la información como una extensión necesaria y coherente del derecho a la educación.­

Para dar ejemplos simples: no es lo mismo lo que una fotografía le dice alguien que tiene la información histórica y técnica necesaria que lo que le dice a quién no sabe de que se trata; no es lo mismo lo que un cuadro comunica a alguien que tiene información en la materia frente a otro que no tiene la más remota idea de que representa, de quién es el autor, en que época fue pintado, a qué corriente estilística pertenece. Entonces, cuanta más información de buena calidad tengamos, la vida se podrá vivir y disfrutar de una manera más plena.­

En cuanto a la información que uno maneja profesionalmente cada día, se puede diferenciar entre información internacional, información de agencias, información nacional, y también la propia: regional y local. Muchas veces he pensado a cuántas acciones psicológicas uno ha servido sin darse cuenta. A veces se intuye o entrevé, porque la percepción se va afinando. Por ejemplo, uno se da cuenta cuando empieza a prepararse al público para que reaccione de determinada manera, para que procese episodios de guerra a favor o en contra de cierto lado. También hemos experimentado los modos en que se puede instalar la necesidad de una devaluación monetaria o de un cambio de gobierno o de un golpe militar, hechos que han ocurrido muchas veces durante este siglo en la Argentina.­

La preparación del ``terreno'', como acción psicológica a nivel masivo, a través de lo que pueden parecer inocentes informaciones o noticias en los diarios de cada día es un tema complejo. Por eso creo que la única manera de que la información sea verdaderamente fecunda es con el presupuesto de una buena base educativa que permita procesar lo que uno recibe. Es que, por un lado, hay muchas cosas que no sirven, que son información ``basura''; por el otro, hay demasiada información y este alud informativo genera angustia en los receptores porque al final no se sabe que cosa tomar y que cosa dejar entre todo lo que se nos ofrece.­

De la información que se maneja en el plano del periodismo, la más confiable _porque es la más verificable, comparable y confrontable con la realidad_, es la que se produce a nivel regional y local. Esa es la más chequeada, la más auditada por el público, aunque, debo reconocerlo, ello no la exime en términos absolutos de prácticas manipulatorias, de maniobras, de exaltaciones interesadas.­

El periodismo contemporáneo dista de aquella hojas del pasado con fuertes cargas de romanticismo, pocas preocupaciones comerciales y mucha pasión política. Hoy en día los medios de prensa, los medios de comunicación son empresas, que tienen componentes industriales, comerciales, de servicios, que tienen costos altos, que tienen que luchar por su subsistencia mediante la obtención de recursos para poder solventar su funcionamiento, comprar tecnología, pagar sueldos, poder salir cada día a competir; esto hace que muchas veces se produzcan desvíos de conductas, que se exalte lo que no corresponde, que se privilegie lo espectacular sobre lo importante, que se cultive la primicia sin sustrato, la ``exclusiva'' _que diez minutos después deja de serlo_ porque todos sabemos que los repertorios de los políticos, por ejemplo, son limitados y repetitivos.­

Muchos de estos recursos constituyen patologías de la comunicación contemporánea, que a la larga le hacen daño a las empresas como tales, a los periodistas y, por supuesto, a los destinatarios del esfuerzo comunicacional.­

No obstante, diría que más allá de esos desvíos si uno hace la cuenta final el periodismo, tomado es sentido genérico, es positivo para la sociedad. En la cuenta del debe y del haber lo que da es más que lo que quita, lo que ofrece es más de lo que niega. Basta ver los procesos institucionales de los últimos años, de las últimas décadas para darse cuenta que el periodismo, más allá de todos sus defectos, de los golpes bajos y de efecto en los que suele caer para intentar vender mejor sus productos, ha sido un eficaz muro de contención contra los bordes del poder. Esta es una de las funciones principales que tiene el medio de comunicación contemporáneo y puede decirse que hasta ahora ha cumplido, que, hasta el momento, pasa el exámen.­

Esa función de control de los desbordes del poder político, que en el caso de las democracias Latinoamericanas _imperfectas y tan primarias que en algunos casos cuesta definirlas como auténticas democracias_, podrían haber sido muchísimo mayores si estos medios no hubieran funcionado cotidianamente con la pregunta a veces insidiosa, con la investigación incisiva, con el juicio crítico respecto de la actuación de los poderes del Estado. Creo que todo eso ha sido en definitiva más fuerte y más importante que los errores y las eventuales inconductas que se cometen en el mundo de la comunicación.­

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­           (*)Abogado y periodista, cursó sus estudios en la Universidad Nacional del Litoral, en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales.

      Fue  profesor de la cátedra “Teoría Política”, en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Santa Fe y del Ciclo de Síntesis Cultural en la misma casa de estudios.

      Integra la Comisión Municipal de Defensa del Patrimonio Cultural.

      Autor de “Santa Fe en Clave” (1977), trabajo que obtuvo  una mención en el certamen literario del Fondo Nacional de las Artes.

      Como periodista se desempeñó en la Redacción General de “El Litoral” y fue Director de Noticias en LT9  Radio Brigadier Estanislao López.. En la actualidad es miembro del Consejo de Dirección del Diario “El Litoral”, de ADEPA e integrante del Consejo Social de la Univ.Nacional del Litoral.